La Guerra Civil y el
consecuente exilio dejó a España sin intelectuales, perdió a más
de la mitad de sus maestros y profesores y sus funciones fueron
asumidas por personas sin preparación. Nuestro país se convirtió
en un auténtico páramo cultural. Durante la década de los 50s
fueron surgiendo algunos focos: uno en Madrid, en torno Dionisio
Ridruejo y la revista "Escorial", de carácter falangista,
con personajes como Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar, José Luis
Arangurem y Gonzadlo Torrente Ballester entre otros. El otro en
Barcelona, conocido como la Generación del 50, con escritores como
Juan Marsé, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Manuel Vázquez
Montalvan, Ana María Mois, Terenci Moix, Juan Goytisolo (y sus
hermanos), Eduardo Mendoza, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute y
muchos más... muy influidos por la literatura europea, que les da un
enfoque de realismo social.
Pero estos "brotes
verdes" culturales no alcanzaban a la generalidad de la
población, su labor se daba dentro de las clases medias altas,
educadas en colegios religiosos e hijos de empresarios y
profesionales ganadores de la contienda. El mundo de la lectura,
para la minoría que leía libros, eran pequeñas novelas de género
(oeste, policíaca, aventuras, rosa) que se vendían en los kioscos y
por un módico precio te las cambiaban por otra usada. Esta situación
llevó a algunos de los escritores a elaborar algunas de estas
pequeñas obras para ganarse algo de dinero.
Este es el caso de estas
dos novelas cortas: Ramón Moix (Terenci Moix) trabajaba en la
editorial Mateu, una de las que se dedicaba a este tipo de
literatura, y, enterados de que escribía, le animaron a preparar un
par de ellas. Aceptado el reto, poco después, las publicó bajo el
seudónimo de Ray Sorel.
Las normas de la censura
eran muy estrictas y no se podía introducir comportamientos duros de
la policía ni corrupción por parte de las autoridades, un escoyo
que salva con habilidad al desarrollar la historia prescindiendo de
ello, centrándose en la aventura de un sospechoso para demostrar su
inocencia. Pese a la velocidad de escritura y los muchos problemas a
tener en cuenta confecciona dos novelas de género bastante amenas.
Para mi gusto, la
primera, Besaré tu cadáver, tiene un argumento más sólido, más
ameno, con su sucesión de puntos álgidos para llegar a un fin que
nos sorprende. La segunda es más lineal y el final es un tanto
forzado.
En resumen, dos
novelitas policíacas entretenidas de leer, idóneas para reposar
debajo de una sombrilla en la playa, sin pretensiones pero bien
escritas.
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