14 años
de abstinencia (+ 7)
El tocar un tema tan íntimo como la
propia experiencia sexual es realmente difícil, mostrar aspectos tan
nuestros es mucho más complicado que el mostrar nuestro cuerpo
desnudo. Pero es necesario, estos detalles son los que realmente nos
definen, los que nos han hecho tal como somos, sin ellos es imposible
llegar a comprender los motivos que nos han llevado a adoptar ciertas
posturas y a hacer determinadas cosas.
El sexo, algo de lo más natural, es
fundamental en nuestras vidas y de él dependen muchas satisfacciones
y desilusiones. Por eso pienso que el hecho de que haya pasado los
primeros 14 años de mi matrimonio (y 7 de noviazgo) con abstinencia
sexual es algo que en cierto modo debe de haberme marcado.
Durante el noviazgo, sabiendo como
piensa Isabel, estaba claro que no iba a existir ninguna posibilidad
de llegar al coito, fue algo asumido, durante esos siete años estaba
clara la necesidad de guardar abstinencia. Evidentemente, dentro de
los esquemas clásicos del noviazgo, no se podía plantear el tener
relaciones fuera de la pareja. En todo caso era algo que yo admitía,
que aceptaba que las cosas fueran así.
¿Por qué lo hacía?. Por
romanticismo, por amor. Lo quiera o no yo tengo una intensa educación
religiosa, mi consejero de juventud era un sacerdote jesuita (otro
día hablaré de mi relación con el tío Pepe Luis), era natural
para mi el concebir el sacrificio como una ofrenda de cariño, estaba
imbuido de la idea de que con el tiempo, con el cariño... cuando
llegara el matrimonio podría disfrutar del sexo con la persona a que
amaba.
Pero la realidad fue otra, el coito no
funcionaba, no llegaba. Al principio lo achacaba al cansancio de la
boda y sus preparativos, pero pasaban los días y nada de nada. Me
autoconvencí de que era cuestión de paciencia, que con cariño
terminaría por vencer las resistencias. Incomprensiblemente no
fuimos al ginecólogo. Según me confesó después, pensaba que
pudiera tratarse de Vaginismo, causado por la estricta educación
moral a la que se había visto sometida y no quería que se vieran
sus principios en cuestión.
Con el tiempo, en lugar de reaccionar,
en lugar cortar y buscar mi vida amorosa en otros lares, asumí la
situación, me conformé con caricias, siempre castas, por supuesto,
no cabía dentro de la sexualidad prácticas como el sexo oral, eran
campos vetados, actividades viciosas fuera de lo admisible.
Prácticamente puede decirse que renuncie a mi sexualidad.
Pero existía otro problema, los hijos,
siempre me había hecho mucha ilusión el tenerlos y así no había
forma. Intenté la adopción, pero como era natural, no eramos aptos
y se nos denegó (en otra ocasión contaré lo de la adopción). Esto
es lo que más me dolía, el tener que renunciar a ellos y con el
tiempo se perdían las posibilidades de conseguirlo. Pero, desde
luego, no compartía la idea utilitarista de mi mujer, la de lamentar
no tener hijos por no tener quien te cuidara en la vejez.
Sin darme cuenta comencé a huir de
casa, me concentraba en el trabajo (donde obtenía reconocimiento) y
al salir, inconscientemente, no quería regresar a casa, me daba
miedo de enfrentarme a mi realidad y, he de ser sincero, comencé a
beber más alcohol del que debía, con él conseguía anestesiarme,
evadirme,... No vale como escusa pues es un sistema de huida que sólo
conduce a un callejón sin salida.
La cosa se fue deteriorando y cuando ya
no se le veía solución, cuando todo indicaba que la única solución
era la separación, acepto el consultar con un ginecólogo. Así lo
hizo, se encontró un problema de himen, con una pequeña operación
se solucionó y, de puro milagro, nació Isabel.
Esta claro que lo que me ha pasado es
porque yo lo he consentido, esta claro que nada más regresar del
viaje de novios debería haber pedido la separación y el divorcio,
por mucho escándalo que hubiese causado, fui realmente tonto al
pensar que con paciencia y cariño podría tener solución, por
desgracia mi formación esta empapada de moralina cristiana, no me di
cuenta que en mi acto de entrega me estaba destruyendo a mi mismo.
Lo más curioso es que años
anteriores, en Jérica, una amiga llamada Trini, enfermera, nos contó
un caso bastante parecido y en aquella ocasión me resulto irrisorio
y no comprendí los motivos de como podía darse algo semejante.
Tened cuidado con las personas de ideas
religiosas, comprobar antes que no os va a suceder lo mismo.
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