Un comentario de mi prima Mariam sobre
la higiene de Isabel la Católica, me ha hecho recordar una anécdota
que contaba nuestra abuela común, Basilisa.
Según parece, su padre o su abuelo,
ahora no me acuerdo, fue a parar como médico a Mirambel, un pequeño
y precioso pueblo en El Maestrazgo turolense, donde vivió mucho
tiempo.
Al poco tiempo fue invitado, como
mandaban las costumbres de la época, a la casa de una de las
familias más adineradas del Pueblo. Como era normal, los dueños
decidieron lucir su mansión delante de la nueva autoridad, fueron
pasando por habitaciones, alcobas, salas... hasta llegar a una
estancia no muy grande, en el centro se encontraba una preciosa
bañera de latón, con sus patas labradas y todo. Los dueños,
orgullosos, le explicaron:
- Esta bañera la compramos
recientemente en Barcelona, nos costo una fortuna, pero nos apetecía
tener una.
- Me parece una buena idea –
contestó el médico -
- Ojalá no haya que usarla –
apuntilló la señora de la casa ante el asombro del médico.
- ¡Eso espero! - exclamo el dueño
-, que el tifus no entre en casa y haya que estrenarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario