martes, 13 de noviembre de 2012

El coronel.




Yo soy hijo de militar, por esa razón viví durante bastante tiempo en instalaciones militares. Una de ellas era la de Bétera, una de las más importantes, si no la más, de la tercera región militar, según la antigua distribución del ejercito. Allí existían una serie de pequeños chalets donde podían vivir los oficiales con sus familias. Mi padre era capitán y por ese motivo residíamos en el campamento en una de esas viviendas.

Para comunicarlas con Valencia existían una serie de autobuses del propio ejercito que hacían el recorrido Bétera-Valencia y viceversa varias veces al día. El ejercito, por lo menos entonces era muy clasista, por ese motivo, aquellos autobuses se encontraban divididos en zonas, como los autobuses del sur de EEUU antes de las campañas de los Derechos Civiles, los primeros asientos, los que se consideraban mejores, estaban destinados a los jefes, el Comandante y los Coroneles, y a sus familias, como eran pocos, siempre tenían asiento e iban muy anchos. Las siguientes filas, el el centro del autobús, se encontraban los asientos de los oficiales, los que nos correspondían a nosotros, aunque eramos más, no solía haber problemas de espacio. En la cola, en la parte trasera, es donde se tenían que acomodar como podían la tropa, que naturalmente eran muchos más.

El caso es que un día caluroso de verano de 1960, mi madre estaba embarazada de mi hermano pequeño, ya debía de estar bastante gorda, el embarazo era de ocho meses. El caso es que por algún motivo que desconozco, tenía que ir conmigo a Valencia. Como era costumbre, mi madre se puso en los asientos centrales, los que le correspondían. Dio la casualidad que el Coronel iba en el primer asiento, junto al conductor y que el resto de los asientos de los jefes estuvieran libres, muy amable, en vista del estado de mi madre, nos invito a pasar a la parte de delante para evitar posibles mareos.

El autobús se puso en marcha, yo me quedé fijamente mirando al señor que iba en el asiento de delante y que había sido tan amable. Ya entonces, a pesar de mi edad, sentía ganas de saber los motivos de las cosas, por ese motivo, ni corto ni perezoso, dije en voz alta:

  • Mama, ¿por que este señor no tiene pelo?.

Mi madre quiso que se le tragara la tierra, con una muestra de total falta de educación, había llamado calvo al mismísimo Coronel. Evidentemente, me riño indicándome que esas cosas no se hacían y se disculpo, muy azorada, ante el jefe. Afortunadamente, no era un cascarrabias, y quitando hierro a la cosa dijo:

  • No se preocupe, tiene toda la razón, ya se sabe que los niños y los tontos siempre dicen la verdad.

Lo que no me quedo muy claro es si me consideraba entre los unos o los otros o, quizás, en ambos.

2 comentarios:

  1. Que fuerte lo del autobús dividido por estamentos!! Ten por seguro q el coronel te lo decía por niño, de tonto no tienes ni un pelo!
    Besos.

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    1. Eso era de lo más corriente. Recuerdo que también había un autubús que iba a la playa del Saler, cerca del Parador tenían los militares una playa exclusiva a la que no podía entrar nadie más. Tanto el autobús de Betera como el del saler, color caki, salían de la Glorieta, junto al arco del triunfo.

      Un día de estos os voy a contar mi atentado contra Franco a principios de los 60. Como os podéis imaginar fracase, eso si, estrepitosamente.

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