miércoles, 11 de diciembre de 2013

14 años de abstinencia (+ 7)

14 años de abstinencia (+ 7)

  
El tocar un tema tan íntimo como la propia experiencia sexual es realmente difícil, mostrar aspectos tan nuestros es mucho más complicado que el mostrar nuestro cuerpo desnudo. Pero es necesario, estos detalles son los que realmente nos definen, los que nos han hecho tal como somos, sin ellos es imposible llegar a comprender los motivos que nos han llevado a adoptar ciertas posturas y a hacer determinadas cosas.

El sexo, algo de lo más natural, es fundamental en nuestras vidas y de él dependen muchas satisfacciones y desilusiones. Por eso pienso que el hecho de que haya pasado los primeros 14 años de mi matrimonio (y 7 de noviazgo) con abstinencia sexual es algo que en cierto modo debe de haberme marcado.

Durante el noviazgo, sabiendo como piensa Isabel, estaba claro que no iba a existir ninguna posibilidad de llegar al coito, fue algo asumido, durante esos siete años estaba clara la necesidad de guardar abstinencia. Evidentemente, dentro de los esquemas clásicos del noviazgo, no se podía plantear el tener relaciones fuera de la pareja. En todo caso era algo que yo admitía, que aceptaba que las cosas fueran así.

¿Por qué lo hacía?. Por romanticismo, por amor. Lo quiera o no yo tengo una intensa educación religiosa, mi consejero de juventud era un sacerdote jesuita (otro día hablaré de mi relación con el tío Pepe Luis), era natural para mi el concebir el sacrificio como una ofrenda de cariño, estaba imbuido de la idea de que con el tiempo, con el cariño... cuando llegara el matrimonio podría disfrutar del sexo con la persona a que amaba.

Pero la realidad fue otra, el coito no funcionaba, no llegaba. Al principio lo achacaba al cansancio de la boda y sus preparativos, pero pasaban los días y nada de nada. Me autoconvencí de que era cuestión de paciencia, que con cariño terminaría por vencer las resistencias. Incomprensiblemente no fuimos al ginecólogo. Según me confesó después, pensaba que pudiera tratarse de Vaginismo, causado por la estricta educación moral a la que se había visto sometida y no quería que se vieran sus principios en cuestión.

Con el tiempo, en lugar de reaccionar, en lugar cortar y buscar mi vida amorosa en otros lares, asumí la situación, me conformé con caricias, siempre castas, por supuesto, no cabía dentro de la sexualidad prácticas como el sexo oral, eran campos vetados, actividades viciosas fuera de lo admisible. Prácticamente puede decirse que renuncie a mi sexualidad.

Pero existía otro problema, los hijos, siempre me había hecho mucha ilusión el tenerlos y así no había forma. Intenté la adopción, pero como era natural, no eramos aptos y se nos denegó (en otra ocasión contaré lo de la adopción). Esto es lo que más me dolía, el tener que renunciar a ellos y con el tiempo se perdían las posibilidades de conseguirlo. Pero, desde luego, no compartía la idea utilitarista de mi mujer, la de lamentar no tener hijos por no tener quien te cuidara en la vejez.

Sin darme cuenta comencé a huir de casa, me concentraba en el trabajo (donde obtenía reconocimiento) y al salir, inconscientemente, no quería regresar a casa, me daba miedo de enfrentarme a mi realidad y, he de ser sincero, comencé a beber más alcohol del que debía, con él conseguía anestesiarme, evadirme,... No vale como escusa pues es un sistema de huida que sólo conduce a un callejón sin salida.

La cosa se fue deteriorando y cuando ya no se le veía solución, cuando todo indicaba que la única solución era la separación, acepto el consultar con un ginecólogo. Así lo hizo, se encontró un problema de himen, con una pequeña operación se solucionó y, de puro milagro, nació Isabel.

Esta claro que lo que me ha pasado es porque yo lo he consentido, esta claro que nada más regresar del viaje de novios debería haber pedido la separación y el divorcio, por mucho escándalo que hubiese causado, fui realmente tonto al pensar que con paciencia y cariño podría tener solución, por desgracia mi formación esta empapada de moralina cristiana, no me di cuenta que en mi acto de entrega me estaba destruyendo a mi mismo.

Lo más curioso es que años anteriores, en Jérica, una amiga llamada Trini, enfermera, nos contó un caso bastante parecido y en aquella ocasión me resulto irrisorio y no comprendí los motivos de como podía darse algo semejante.

Tened cuidado con las personas de ideas religiosas, comprobar antes que no os va a suceder lo mismo.

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