© Del texto: Cesar
Cólomer. 2015
© De la imagen de
portada: Lurdes Aviñó.
Revisión del texto:
CTJ - www.ctj.es
La cinta de Moebius
César Colomer
Dedico el libro a mi hija Isabel,
por la que merece la pena vivir,
y a tantos y tantos amigos
que me han inspirado.
por la que merece la pena vivir,
y a tantos y tantos amigos
que me han inspirado.
Prólogo
Mi biografía tiene
peculiaridades que han influido en mi vida y que, en cierto modo, se
ven reflejadas en la novela. Desde el nacimiento sufrí una grave
enfermedad de corazón, la tetralogía de Fallop, que limitaba
muchísimo mis capacidades de movimiento, apenas podía recorrer el
pasillo de mi casa. Esta circunstancia me obligó a permanecer solo y
aislado toda la infancia, prácticamente los únicos contactos de mi
edad eran mis hermanos, jamás pude acudir a un colegio, tener unos
compañeros y aprender los rudimentos de las relaciones sociales. Los
médicos suponían que no podía durar muchos años, no merecía la
pena el que me relacionara, no me iba a hacer falta nunca. Como es
natural, echaba de menos poder moverme y estar con otros niños, pero
no era infeliz del todo, generé mis aficiones, encontré un gran
refugio en la lectura, en la fantasía y me tenían entre algodones,
estaba hiperprotegido. Fue en aquella época cuando inicié la
costumbre de escribir mis pensamientos e ideas, algo que se
prolongaría hasta cerca de los 30 años.
Pero lo
que tiene la vida, yo aguantaba más de lo previsto, me negaba a
morir, y, por otra parte, lejos de allí, la Ciencia seguía sus
pasos, realizaba sus avances, cada vez los cirujanos eran más osados
y terminaron por encontrar la solución, la operación, a mi defecto.
Este hecho dio un vuelco radical a mi vida, se hizo el milagro sin ir
a Lourdes, llegó la hora y la viví talmente como alguien que
entrega graciosamente su vida y se enfrenta a su muerte, para que su
otro yo (el que iba a nacer,
la vida que surgía de su propia muerte)-
heredara todos los sueños y proyectos acumulados durante los años
de reclusión.
Recuerdo
perfectamente mi primera salida de la clínica, la sensación de
poder caminar y caminar sin caer rendido a los pocos metros, era el
claustro del Monasterio de Sant Cugat, no podía dejar de andar y dar
una y otra vuelta, era como una droga, algo que posteriormente haría
para atenuar tanto la ansiedad como la depresión.
Pero no me imaginaba
lo dura que iba a ser mi entrada en la realidad, parecía algo
inocente, pero entrar a saco en la adolescencia sin haber
experimentado la infancia y la pre-adolescencia era más complejo de
lo que cabía esperar, me sentía fuera de lugar, no sabía cómo
comportarme, cómo tratar a los demás, no podía evitar sentirme un
bicho raro. La necesidad de evadirme de aquellas circunstancias
acuciantes, ocasionó que me refugiara en fantasías, en
ensoñaciones. Soñaba despierto que era un extraterrestre, que era
un «elegido», un viajero del tiempo... que de un momento a otro se
iba a producir en mí una transformación, que me iba a hacer un ser
extraordinario, alguien admirado por todos. Y todo esto lo dejaba
reflejado en mis escritos.
Uno de los aspectos
más duros fue mi relación con las mujeres, no sabía que hacer,
desconocía totalmente los rudimentos de la seducción, estaba
desarmado, actuaba con absoluta torpeza, con exceso de timidez, con
una fuerte pátina de moralina fruto de mi educación católica,
llegaba a tal punto mi respeto que terminaba siendo un tonto. Mucho
peor, mucho más doloroso, fue cuando el Amor surgió sin haber
superado este estado de papanatismo; el llevarlo a buen fin era una
auténtica quimera, algo imposible de alcanzar, algo que me llevó a
la desesperación, a plantearme el saltar sobre la vía del tren, el
huir frecuentemente a desahogarme a la montaña (por la que siempre
he sentido una gran fascinación) el no importarme el ridículo... y
el imaginar, reflejar en mis escritos, mis situaciones en las que se
producían milagros que me destacaba.
Hace un par de años,
durante el verano, me dediqué a recopilar, ordenar y publicar en
libros las fotografías de aquella época de pandillas, lo cual me
trajo recuerdos de aquel tiempo. Como suele ocurrir cuando te has ido
lejos y no has cerrado con el día a día tus relaciones e imágenes,
estas permanecían en la memoria con absoluta viveza, como si no
hubiera pasado el tiempo, como si todo siguiera en su sitio, como si
aquellas amistades siguieran teniendo ventipocos años. A las
imágenes que me proporcionaban las fotografías se unieron las
fantasías, los sentimientos y las sensaciones que me proporcionaron
la re-lectura de esos cientos de hojas escritas en otra época.
Mis circunstancias
actuales, la enfermedad, la soledad, el aislamiento, la falta de
afectividad... representan una especie de regreso a ese primer mundo,
a ese primer César, encerrado en casa, entre sus libros, esperando
su fin... La vida se cierra como una cinta de papel, los dos lados se
funden en una sola cara, mires hacia donde mires la meta parece la
misma... la historia terminaba por cerrarse en una cinta de Moebius.
No sé el motivo,
pero me propuse dar forma de historia a todo ese contenido. Por
necesidad tenía que ser una historia de amor, una historia de
adolescencia y, por tanto, una historia contradictoria, de lucha, de
búsquedas, de cambios, de confusión, de miedos, de pasiones... Una
historia que reflejara esas sensaciones, casi siempre encontradas,
que ponían de manifiesto las inquietudes de aquel joven.
No es una historia
de Ciencia Ficción aunque contenga saltos en el tiempo, mundos
fantásticos y aparatos extraños; no es una novela de misterio,
aunque hay elementos inexplicables, personajes inquietantes... Es
sencillamente una novela rosa, una historia de amor, desarrollada por
una mente trastocada, en ocasiones febril, una historia común donde
se va colando, filtrando osmóticamente, el mundo de la fantasía.
No he pretendido que
fuera aséptica, ni políticamente correcta, no me puedo esconder de
mi necesidad de discurso ideológico, he pretendido que fuera digna
hija de su padre, que comunicara mi forma de ver la vida y el mundo,
por tanto, apuesta por el individuo, por la importancia de
enfrentarse a los convencionalismos, procura incitar la búsqueda de
la libertad, el crearse el propio criterio, el negarse a vivir la
vida que otros nos diseñan, el apostar por un paradigma ético en
que lo «bueno» es aquello que da «gozo», «placer», a nosotros y
a los demás, y que «malo» es aquello que produce «dolor»,
«sufrimiento» a nosotros y a los que nos rodean. Me gustaría que,
en cierto modo, esta historia contuviera, como se dice en su texto,
esporas de libertad.
Sé que muchos
reconocerán los lugares donde se desarrolla, algunos de los hechos y
algunas de las actitudes, no he pretendido ocultarlos a los ojos de
aquellos «iniciados» que me conocieron, he querido ser trasparente.
Lo que nadie debe
buscar son personajes reales, no hay ninguno puro, cada uno es la
mezcla de varias personas que se han cruzado conmigo a lo largo de la
vida, y les he añadido mi fantasía haciéndoles decir y hacer lo
que yo quería.
Tan solo he empleado
nombres reales en algunos personajes secundarios. En cualquier caso
es justo reconocer la contribución de todos aquellos que han
compartido cachitos de su vida conmigo, me han mostrado lo variadas
que podían ser las personas y las muchas formas de pensar que uno se
puede encontrar. Gracias por dejarme vivir en vuestra vida. Una
mención especial se la debo a mi hija, personificación de mi único
éxito en mi proyecto vital, espero que algún día lea este libro y
sirva para acercarle un poco a quién fue su padre y que comprenda
mis actitudes y que ella también es parte de estos personajes.
La novela me ha
animado a regresar a aquellos lugares, a reencontrarme con algunos de
aquellos y me ha servido para ver que aquel camino ahora es
carretera, que aquella carretera es ahora una autovía, que el puente
ha desaparecido, que ya no hay vía, que aquella casa se ha hundido,
que aquel desconchón esta enlucido, que aquel nogal ya no da sombra,
que aquellas huertas están llenas de adosados, que aquellos rostros
soñados, llenos de belleza, han perdido su lozanía y las arrugas se
han adueñado de ellos, que aquella melena se ha ido para dejar a la
vista el cuero cabelludo, que aquel pelo azabache luce hoy blanco...
Que la vida ha seguido para todo y para todos, que aquello y aquellos
ya no existen. En cierto modo me ha servido de autoexorcismo.
Originalmente
contenía medio centenar de citas explicando el entorno histórico
donde se desarrolla la segunda parte, pero finalmente he decidido
suprimirlas, como acertadamente me dijeron, distraían la historia
principal, si queréis saber más sobre todo eso, tan solo tenéis
que consultar los nombres en internet.
Aquí tenéis mi
novela, no tiene grandes pretensiones, incluso pienso que es una
auténtica osadía el ponerla en papel, pero es un capricho, quiero
qué esté al alcance del que le pueda interesar.
Muchas gracias por
llegar hasta aquí.
1ª
Parte
El mundo de Epicuro
El mundo de Epicuro
Así
como el sabio no escoge
los alimentos más abundantes,
sino los más sabrosos, tampoco
ambiciona la vida más prolongada,
sino la más intensa.
los alimentos más abundantes,
sino los más sabrosos, tampoco
ambiciona la vida más prolongada,
sino la más intensa.
El extraño
Un
vehículo unifamiliar se desliza a gran velocidad por la autopista,
en él viaja una pareja de mediana edad. El hombre denota claramente
su condición de deportista: mantiene la línea a la perfección y su
torso, desnudo, muestra unos músculos fruto de horas de gimnasio.
Lleva el pelo blanco por propia voluntad, es el único detalle que le
hace aparentar algo más de edad. La mujer parece bastante más
joven, le gusta mimar su cuerpo, se siente orgullosa de él, sabe
perfectamente que aún es capaz de desatar los deseos de los demás y
por eso no duda lucirlo, viste un mono de tela muy sutil,
translúcida.
Él, para dirigir el coche, emplea volante, le gusta la
sensación de controlar con sus propias manos una máquina tan
potente, sentir las sacudidas y la resistencia de la carretera;
quitar la dirección asistida y emplear los músculos para conducir
le hace sentirse rudo. Si no fuera por esta afición, dejaría las
pesas, que le vienen de maravilla para aliviar la tensión acumulada
durante las horas que pasa sentado y concentrado en el trabajo.
La carretera está totalmente vacía, nadie más circula
por ella, no es por la hora ni por estar alejada de la civilización,
la verdad, estamos en 2140, ha pasado la era del petróleo, las
autopistas hace años que se han transformado en un desierto, solo
algún aficionado las usa de vez en cuando.
—¿Qué tal el fin de semana? ¿Lo has pasado bien?
pregunta
el hombre a su pareja, rompiendo el silencio.
—Bastante, ha sido una experiencia diferente,
prescindir de todo te saca tu parte animal, dependes de tus fuerzas
—contesta la mujer, aunque
siempre echa de menos la compañía de otros.
—A mí me encanta, me aleja de mi día a día, estar
aislado del mundo civilizado, en medio de la naturaleza, sin nadie en
muchos kilómetros, dependiendo de tus fuerzas, me libera del estrés.
—Eres todo un robinsón, no he conocido a nadie que le
guste más ese aislamiento, creo que esa especie de salvajismo es lo
que más me atrajo de ti, intuía que a tu lado no me iba a aburrir,
que iba a disfrutar un torbellino de emociones y no me equivoqué.
—Pues tenemos que ir preparando algo especial... de
nuevo nos vamos a quedar solos... maravillosamente solos.
—Y eso, ¿hay algo que no sepa?
—El otro día Luna me insinuó que se aburría en
vacaciones con nosotros, que le gustaría irse con sus amigos, por lo
visto le ha invitado Venus.
—Pero si es una niña, solo tiene 16 años, sus amigas
son mucho mayores, que yo sepa, Venus ya ha cumplido los 19, en su
caso tiene sentido, pero...
—Como cualquier madre, —interrumpe
con cierto tono irónico—no
te das cuenta de que los hijos crecen y vuelan del nido. Sabes que
Luna siempre ha sido precoz, se ha relacionado con personas más
mayores, ya está madura, sabe cuidar de sí misma, es hora de que
busque sus formas de disfrutar la vida.
Estela, por un lado le da la razón, ve que Luna ha
madurado mucho, en un par de años ha dado un gran cambio, se ha
hecho una mujer, se alegra sinceramente, siente autosatisfacción,
pero inconscientemente se resiste, las sensaciones que le han
proporcionado sus hijos los últimos veinte años es algo muy
importante, algo que en poco tiempo pasará a la historia. Ojalá
tuviera la tranquilidad de Marcos, su facilidad de encontrar
sustituto.
—No sé por qué, hemos criado unos hijos que se han
hecho mayores muy rápido, han sido un fruto temprano. Titán también
pidió la independencia pronto, si no recuerdo mal a los 15.
—Es lo que pasa al ser abierto con ellos, de atarlos
largo, aprenden pronto y nada les impida gozar nuevas experiencias.
Marcos se siente orgulloso de la labor que han
desarrollado como padres. Siente cierto resquemor, sobre todo al ver
volar a Luna, su ojito derecho, pero está convencido de que, para su
felicidad, ha de ser así.
—Me alegro por ellos, además, son muy responsables,
en ese aspecto también han crecido rápido, pero la idea de
permanecer un tiempo más o menos largo lejos de ellos, me hace
sentir una sensación muy extraña, después de tantos años, no me
hago a la idea.
—Pues va siendo hora de que te la hagas, también has
de volar del nido, experimentar nuevas sensaciones, compensar lo que
dices sentir.
Estela lo ve difícil, como mucho, podrá mitigarlas,
ocupar la cabeza en otras cosas. Por otra parte, le hace ilusión,
piensa en cuando sus hijos hagan sus proyectos, cuando los compartan
con otros, la posibilidad de los nietos...
—¿Crees que otras experiencias pueden sustituir ese
sentimiento?
—Ese sentimiento es una sensación de vacío, algo
importante se va, deja el hueco, lo sabes muy bien. Si te encierras,
ese vacío será cada vez más grande y más difícil de superar.
—Y con esas vacaciones lo voy a solucionar —dice,
consciente de que lo propuesto es un sucedáneo. Piensa que él hace
esos proyectos para ocultar su propia nostalgia.
—Estoy seguro, ya verás cuando te devoré en plena
selva —afirma con un gesto
de fiera—.
—No sé, ¿no será mejor buscar un sitio más
civilizado?, como la playa, a donde hemos ido otros años, para
descansar es mucho mejor.
—Ya sé que es más descansado, pero si no fuera por
el gimnasio, no sabríamos para qué sirven los músculos, no nos
hace falta descanso físico, necesitamos cambiar de forma vida.
—Sí, pero no sé si estoy preparada para algo tan
duro...
—¿Que no estás preparada?, ¿te has mirado al
espejo?, muchas de treinta años tendrían envidia de ese cuerpo,
¿cuántas son capaces de permanecer buceando a pulmón más de dos
minutos?... Sabes muy bien que hemos ido a la playa para no poner en
riesgo a los muchachos y para que tuvieran contacto con otros que no
fueran sus padres.
Estela, después de muchos años, sigue sintiendo una
satisfacción especial cuando alguien alaba su cuerpo y forma física,
le hacen sentirse atractiva.
—No te quito la razón, pero podríamos compaginar,
planear una escapada a la montaña de 15 días, y los otros 15 a la
playa, para ver como funcionan Titán y Luna.
—Desde luego, aún no te has convencido de que los
niños ya no son niños. En fin, más vale eso que nada, quizás, el
año que viene, te mentalices y podamos hacer una escapada más
larga.
Estela se siente satisfecha, al menos el aislamiento no
va a ser tan duro, piensa mientras le acariciaba el cabello con
cariño.
—Lo que sí que deberíamos hacer es llevar los DIB,
tampoco hay que ser tan puristas, no hace falta renunciar a todo.
—Y ¿para qué los quieres?, ¿para conectarte cada
dos por tres con ellos?... —preguntó
con ironía—
—No solamente para eso, también lo podemos emplear
entre nosotros, ya sabes, en verano, el calor... con el ejercicio
sudas un montón y es desagradable...
—Pero, pero... si justamente en eso está la gracia,
el sudar, oler a tigre, pisotear la hierba, dejarse embadurnar por el
barro, dejarse secar por el sol...
—Tanto llevándolos como no, puedes hacer lo mismo, si
te apetece los empleas y si no los dejas de lado...
—Ya, y la gracia, la emoción, el depender solo de ti,
el no depender de ningún artilugio.
—Según lo que quieras, haces una cosa u otra.
—Sabes que no es lo mismo.
Estela sabe que terminará por ceder. En el fondo,
tampoco quiere separarse tanto, es que ha de hacerse el duro.
—Además —dice
la mujer cambiando de tema—,
y los amigos, no estás tan aislado, si te apetece pasar una velada
con ellos puedes contactar.
—No es…
Marcos, de momento, se calla, su tono final ha sido una
orden implícita de silencio, mira fijamente la carretera, ve algo
que no cuadra, se concentra en la labor de conducir.
—¿Qué es eso? —prosigue
mientras reduce la velocidad.
—Parece una persona.
—¡Qué curioso!, ¿una persona andando por la
carretera?
—De todas formas, ¡no pares!, es muy extraño
—reacciona Estela con
miedo. Su intuición le dice que lo más conveniente es la huida. Al
rebasar al hombre que marcha por la cuneta, este levanta el brazo y,
con el puño cerrado, pone su índice hacia arriba.
—!Sera estúpido! —exclama
el hombre indignado— ¡qué
mala educación!, mira que mandarnos a hacer puñetas.
—No sé si te has fijado, lleva una ropa muy
extravagante, va hecho un adefesio, no sé de dónde habrá salido,
me da mala espina.
—Tanto su actitud como su facha son muy sospechosas,
llama a la policía, yo estoy ocupado al volante.
—De acuerdo.
Se queda en silencio durante unos instantes. Y cambiando
la cara dice.
—¿Policía?...
Tras una pequeña pausa, prosigue en voz alta, para que
él pueda escucharla aunque no haga falta.
—Queremos denunciar a un muchacho que anda por la
autopista con una ropa muy rara, para mí que es de hace dos
siglos...
—Sí, lo que le he dicho...
—¡Qué sí!, la vi en el museo de la moda...
—No, no nos ha hecho nada...
—Bueno, nos ha mandado a hacer puñetas...
—Ya sé que no es motivo suficiente...
—Pues ustedes verán, igual se cruza en la calzada y
causa un accidente... —sube
el tono en muestra de enfado.
—Bueno, ya están avisados, solo queríamos colaborar
como buenos ciudadanos, hagan lo que quieran... —con
tono claro de irritación.
—De acuerdo, disculpas aceptadas...
Ya dirigiéndose a él.
—Ya está, parece que les moleste levantar el culo.
Pasado el miedo del primer momento, Estela empieza a
darle vueltas a la cabeza: el muchacho, el accidente... Se arrepiente
de su reacción, ha sido egoísta, si le pasa algo al muchacho, no se
lo va a poder perdonar. No comprende cómo ha sido capaz, se acuerda
de su hijo Titán, se le hace un nudo en la garganta. Rompe el largo
silencio.
—Creo que hemos hecho mal, deberíamos haber parado a
ver qué le pasaba, me arrepiento de lo que te he dicho...
—Nos hemos dejado dominar por el pánico, cuando
lleguemos, tenemos que interesarnos por él.
—Hay
que reconocer que desde que nos dieron los «atestadores», nos han
hecho más cómoda la vida —comenta
un hombre a su compañero.
Ambos están repantigados en su sillón. Hace unos
minutos que han compartido una película con el DIB. Por una parte,
están orgullosos de su función dentro de la sociedad, pero por
otra, son conscientes de que la dureza de su trabajo ha perdido mucho
a lo largo de los años.
—Este aparatito nos facilita un montón las cosas
—continúa señalando un
pequeño dispositivo sobre el hombro—,
antes, por cualquier tontería, a rellenar papeles y papeles, nos
pasábamos horas aquí encerrados para levantar los atestados, ahora
lo haces todo con él en el hombro, en un instante, todo en la
central.
—La verdad es que era un rollo —contesta
el compañero sin apenas moverse—,
pero ahora es un aburrimiento, aquí sentados, conectados al DIB por
una cosa o por otra, si no fuera por el gimnasio, estaríamos como
un par de barriles.
—No debemos quejarnos, mi abuelo, que también fue
policía, me contaba que antes su vida era muy agitada, se pasaba la
mayor parte del tiempo en la calle, la gente se dedicaba a robar y
por un «quitarme esta paja» te pegaba un tiro o te clavaba un
cuchillo. A él lo mandaron al hospital ocho veces, en una ocasión
casi no lo cuenta, aparte, los pequeños golpes, cortes, etc. que
solo necesitaban una cura en el botiquín, de esos a cientos.
—Entonces, el mundo era de otra manera —contesta
el compañero incorporándose—No
existía el salario mínimo de subsistencia, había gente necesitada
de verdad, gente que no tenía ni para comer, quieras o no, si ves
que otro tiene mucho, es lógico que tomara algo.
—Bueno, bueno... había gente que actuaba por
necesidad, pero otros lo hacían por envidia, por cosas supérfluas
que tenían los demás.
—Es que estaba montado para eso, para sentir envidia,
las empresas, en su afán de vender, convencían a las personas de
que necesitaban cosas totalmente inútiles: aparatos, coches... todo,
si no lo tenías, no eras feliz, el placer estaba en poseer y poseer.
—Me hace gracia, parece mentira que la gente fuera
tan tonta, algo pondrían de su parte, entonces ya tenían libertad y
democracia.
—La publicidad era muy taimada, actuaba por detrás,
buscando el subconsciente, lograba que realmente sintiéramos
necesidad de las cosas, al conseguirlas, queríamos otra cosa
ligeramente diferente... Sin darnos cuenta, decidíamos libremente lo
que querían que decidiéramos.
—Pues... no sé que tiene eso de libertad.
—Pues nada, pero duele menos que a latigazos
—contesta riéndose.
—Menos mal que el DIB sustituyó a los demás medios
de comunicación, así nos libramos de la publicidad.
—Por los pelos, en un principio los DIB los regalaban
las empresas de comunicación, las televisiones, los periódicos... y
a cambio había unos minutos de publicidad al día, que revendía a
otras empresas..
—Si eran unos minutos, tampoco era mucho.
—Pero es que el DIB accede directamente al cerebro, te
meten con facilidad las ideas, pueden sonsacarte lo que te gusta, así
hacer la publicidad más eficaz.
—Según eso somos auténticos muñecos.
—Si no lo consiguieron fue por temor a la
manipulación, lo regularon estrictamente, prohibieron la publicidad
directa, nadie te puede llamar al DIB si no lo incluyes en tu lista,
así no pueden llamarte extraños, puedes prescindir de amigos
pesados... los únicos que pueden contactar sin permiso son los
servicios de emergencia.
—Yo no tengo tan claro que no los empleen para
manipularnos, de todas formas no creo que eso fuera la única causa
de la violencia.
—No, claro, también hay que tener en cuenta...
—sigue, con idea de
soltarle otro de sus rolletes, pero se corta al escuchar la alarma de
llamada.
—Espera que están llamando, yo lo cojo —contesta
su compañero—
Diga...
—Sí, aquí la policía, sargento Terrín, número de
identificación 87/589.
—¡Pero qué me dice!, eso es absurdo, ¿de dónde
las va a sacar?, ¿está segura de lo que ha visto?...
—¿Está segura de reconocer la vestimenta?, ¿no
puede ser que con la velocidad se haya confundido?...
—Vale, vale, simplemente unas preguntas para
cerciorarme. ¿Me puede explicar lo que les ha hecho...?
—Usted me dirá, qué quieren denunciar —con
tono de extrañeza.
—Sí señora, estoy de acuerdo, es de mala educación,
pero comprenda, no es delito —apunta
con sorna.
—Vale, vale, como quiera señora, tiene razón
—responde con tono de dar
la razón a un tonto.
—Disculpe, le pido perdón —contesta
dándose cuenta que sus palabras no han sido correctas.
—Adiós señora, que tenga buen viaje.
Tras desconectar, se dirige al compañero.
—Unos viajeros, que han visto en la autopista un
muchacho con unas ropas extrañas, según la señora, del siglo XX.
¿Qué te parece? ¿Vamos?
—Sí, no vaya a complicarse y nos la carguemos, lo
que ahora parece una tontería, en un rato es un follón con juez,
forense... y que no te vengan los de la Criminal, miran hasta en los
calzoncillos. Tenemos suerte y hace buen tiempo, no como ayer, con la
tormenta.
—Vale.
—Y a ver si nos da el aire y el sol (riéndose)... que
estamos muy blancuzcos.
Floresta G12 es un centro
residencial de modelo Factral848, pensado para facilitar las
relaciones sociales de una comunidad de unos 1000 vecinos, en un
ambiente tranquilo, aislado de ruidos e inmerso en un entorno
natural. Su pequeño tamaño y su concepción en torno a una serie de
puntos comunitarios, favorece la relación entre los vecinos,
permitiendo que se conozcan con facilidad entre sí.
La unidad básica es un conjunto de ocho parcelas, con
sus casas, distribuidas en forma de estrella, alrededor de una plaza
cubierta común. Está pensada para albergar unos 32 habitantes.
Cuatro unidades básicas se unen en torno a un edificio
comunal circular en el centro de una cuadrícula de calles, formando
una unidad secundaria. Está pensada para aproximadamente 128
vecinos.
Finalmente, el centro residencial, lo forman ocho
unidades secundarias puestas en círculo con un gran parque en su
interior, en cuyo centro se encuentra el edificio de servicios, de
forma circular destinado a las actividades comunales.
Los edificios comunales de las unidades secundarias se
unen al de servicios mediante un túnel climatizado, con salidas a
los jardines centrales...
Rodea todo el conjunto un parque, con bosques, praderas,
pequeños edificios y centros de recreo. Es el lugar preferido de los
que practican footing.
Debajo del edificio de servicios, existe un
aparcamiento, para aquellos vecinos que disponen de vehículo, con
acceso directo a una carretera que circula bajo tierra. También hay
una estación del suburbano rápido, que facilita el desplazamiento a
otra unidad residencial o a la ciudad.
Esta estructura y las divisiones que se emplean son las
que determinan el modelo Factral848, el más pequeño de la serie,
superado por los Factral868, para más de 1500 personas, y el gran
Factral888 capaz de alojar más de 2000 vecinos.
Los centros residenciales se agrupan adoptando la
estructura circular, o bien se colocan en rosarios. Este último caso
es el de Floresta G12: es el centro residencial situado en duodécima
posición de un rosario conocido por Floresta G, que cuenta con 16
unidades residenciales de diversos modelos.
Estela
se pone en contacto con la policía; quiere saber qué ha pasado con
el muchacho, necesita superar la intranquilidad de haberlo dejado en
la carcretera. Cuando se entera de que está sano y salvo en la
comisaría, siente un gran alivio, pero su interés le hace acudir al
puesto de policía.
—El sargento Terrín, por favor.
—Soy yo —contesta
el hombre tras la mesa—supongo
que será la señora que denunció que un muchacho andaba por la
carretera.
—Sí, hace un rato me he interesado por él.
—Ante todo, pido disculpas por mi forma de hablar.
—No se preocupe, está olvidado. ¿Qué pasó después
de la llamada?
—Fuimos a donde indicó, había avanzado un par de
kilómetros, no opuso resistencia, incluso se alegró. Pero al
pedirle la identificación, nos dijo que no tenía ni idea de quién
era, ignora su nombre y de dónde viene, lo único que recuerda es
estar andando por la carretera.
—¿Y no llevaba nada que le pueda identificar?
—Solo le encontramos un sobre con papeles, ninguno nos
sirve para determinar su identidad, de todas formas, mandamos una
copia por atestador a la central, no sé el caso que harán.
Estela siente compasión por él, le es fácil
comprender la angustia que ha de sentir sin saber quién es ni de
dónde viene; su soledad ha de ser grande, ha de estar asustado:
—¿Y qué hicieron con él?
—Traérnoslo, por supuesto, no íbamos a dejarlo allí.
Le dimos de comer y de beber, por el ansia al tomarlos, debía de
llevar varias horas sin probar bocado. De mi casa traje ropa de
civil, le viene un poco grande —dice
sonriéndose —pero va mejor
que con las ropas antiguas, aunque se resistía a dejar las suyas y
miraba la ropa nueva como si fuera algo de otro mundo.
Estela piensa que si hubieran parado, le habrían dado
de comer y beber antes, además, es menos frío que te asista una
familia que la policía:
—Ya lo dije.
—Sí, pero es inaudito que te digan que han visto a
alguien vestido así.
Al sentirse avergonzada, siente la necesidad de excusar
su comportamiento ante el Sargento Terrín:
—Al poco rato de verlo, empecé a darle vueltas, me
entró remordimientos, debería de haber parado para recogerlo. No
tenía sentido que sintiéramos miedo, bueno, hablo por mí, fui yo
la que dije que pasáramos de largo.
—El temor ante lo extraño es algo natural, hizo lo
correcto, avisarnos, para algo estamos nosotros, no le ha pasado
nada.
—Y... ¿donde está ahora? —pregunta
con curiosidad.
—Está aquí, en la celda, no por estar acusado de
nada, simplemente para que esté bajo techo.
—Y ¿cómo se encuentra?
—Físicamente bien, ha venido el médico forense y le
ha examinado, según él, es un muchacho la mar de sano, de unos
veinte años, no muestra signos de haber sufrido un golpe que
justifique la amnesia, pudiera ser debida a un shock psicológico,
puede que con el tiempo recupere la memoria, por lo demás, no tiene
problemas para hacer una vida normal.
—Ahora, ¿qué va a ser de él?, no va a pasar la vida
encerrado en la celda.
—No, eso no puede ser, la celda está bien, pero no
reúne las condiciones para hacer de residencia. El juez ha estado
aquí, ha dicho que no hay nada en contra de él, ha de estar en
libertad.
—Pero, ¿así, sin más lo van a dejar en la calle?
—Nooo... Estamos siguiendo el protocolo.
—Muy bien, y ¿qué va a hacer ahora?
—Le han asignado un salario mínimo de supervivencia,
ya tiene la tarjeta y nosotros le hemos explicado como la puede
manejar y sus límites. Mañana o pasado, cuando confirmen la
existencia de plaza, lo trasladaremos a una residencia de personas
sin hogar de la ciudad y allí podrá residir hasta que encuentre su
camino.
A Estela le da un vuelco el corazón, cada vez se
encuentra más implicada emocionalmente, no puede evitar que los
instintos maternales, que tan a flor tiene últimamente, le hagan
identificarse con alguien que puede ser su hijo.
—¡No me diga!, ¡pobre muchacho! A una residencia de
personas sin hogar, pero si están llenas de vagos y de gente con
problemas, qué futuro puede esperar en un sitio así, no es justo
hacerle una cosa así.
—Sí... yo lo comprendo... pero aquí no tenemos
condiciones, yo, por comodidad, vivo en la residencia de empleados
públicos, allí no me lo puedo llevar.
—Pues algo hay que hacer...
Contesta con la determinación de quien responde ante
una injusticia.
—Lo siento, es dramático, la ley es así, si no tiene
una residencia oficial, ha de entrar en una de personas sin hogar, no
puede vagar por ahí. El juez le ha dado un nombre provisional, hasta
que se acuerde del suyo; le ha puesto Daniel, parece que le gusta y
nosotros le hemos empezado a llamar Dani, se le ve espabilado.
Su determinación no cede ante lo taxativo de la Ley, no
admite que los intereses del muchacho, de Dani, se puedan ver
sometidos a algo tan frío e inflexible. Su mente maquina la forma de
cambiar su destino.
—¿Y si tuviera una residencia, aunque no fuera en
propiedad?
—No tendría ningún problema, le pasaría como a mí,
tampoco tengo casa en propiedad, ni siquiera alquilada.
—Espere un momento, ahora seguimos —añade
Estela con autoridad, luciendo una sonrisa. Es posible que el asunto
esté al alcance de su mano, no es difícil, Marcos es tanto o más
sensible que ella.
Se retira al otro lado de la habitación, se queda
absorta, mirando a la calle a través de la ventana, da pequeños
pasos... Termina su consulta, se gira con cara de satisfacción,
regresa hacía el sargento diciendo:
—¡Ya está!, vamos a ver si es posible. He estado
hablando con Marcos, mi marido, y está de acuerdo. ¿Sería posible
inscribir al muchacho como residente en nuestra casa?
—En principio no hay problema, pero... ha de saber que
ha de ajustarse a la realidad, si hacemos eso lo han de alojar en su
casa, no podemos hacer el paripé —explica
poniendo cara de circunstancias.
Estela se siente ofendida, no comprende cómo puede
pensar que ellos van a hacer las cosas a medias, si se comprometen,
es con conocimiento de causa, con alegría, gozando de la nueva
responsabilidad:
—Por supuesto, eso ya lo supongo, tenemos una casa
grande, lo podemos alojar en el cuarto de invitados, será como un
hijo adoptado, un poco mayor, pero un tercer hijo —dice
con una amplia sonrisa.
—Siendo así, supongo que no habrá problemas.
Discúlpeme unos minutos, no he resuelto un caso parecido y tengo que
consultarlo.
El sargento se siente satisfecho, le preocupaba que Dani
terminara en la residencia y le dolía no poder hacerse cargo él. La
decisión de Estela le ofrece una oportunidad mejor. Ahora es él,
con una sonrisa de felicidad, el que se aparta a una esquina y se
concentra en la información que intercambia a través del DIB.
Pasados unos minutos, se dirige a ella, con cara de satisfacción:
—No hay problema, han de activar sus DIB, para recibir
las llamadas del juzgado, desde allí les enviarán la inscripción a
los dos, han de proporcionar los datos pertinentes y enviarlos
confirmados. Por supuesto, Daniel ha de estar conforme. Cuando esté
todo, inscribirán a Daniel en su casa, entonces nos mandarán la
correspondiente orden y Dani podrá irse. Esto, puede estar arreglado
en un par de horas. No sabe la alegría que me da que no termine en
aquel agujero, presiento que es un tipo agradable, tendré
oportunidad de verlo por las calles.
—No hay problema, ya está hablado con Marcos.
—Hay otra cosa que debe saber, al residir en su casa,
pasa a ser responsabilidad suya, por tanto, el salario mínimo de
supervivencia le será retirado, son ustedes los que se deben
encargar de su mantenimiento.
—No hay ningún problema, que domicilien su tarjeta a
nuestra cuenta.
—En ese caso, no queda más que concretar, solo hay
que esperar a la confirmación de los juzgados.
—De maravilla, ¡que ilusión...! —exclama
con cara de felicidad —¿podría
verlo...?
—En este momento es imposible, está con un
funcionario del juzgado.
—En ese caso esperaré a que hayan acabado con todo.
Les dejo mi DIB para que puedan llamarme.
—Por supuesto, aquí tiene el mío particular.
—Voy a casa, hay cosas que preparar, quiero
comentárselo a Titán y Luna, seguro que les hace ilusión este
nuevo hermano —dice
riéndose mientras se dirige a la puerta—Adiós.
Estela
se siente emocionada, las sensaciones y los sentimientos más
diversos se cruzaban en su mente, se emociona, ahora tiene tres
hijos.
Reúne a sus dos hijos, quiere que lo sepan antes de que
llegue el nuevo miembro de la familia:
—Titán, Luna, os he contado que ayer, cuando
regresábamos, vimos un muchacho muy extraño en la carretera. Hoy he
ido a enterarme qué le había pasado. Por lo visto tiene amnesia, no
se acuerda de nada, lo iban a enviar a una residencia de personas sin
hogar, me ha dado lástima y con vuestro padre, he decidido que venga
a vivir a casa. Por tanto, vamos a ser uno más.
—¿Como se llama? —dice
Titán.
—Él no se acuerda de su nombre, pero el juez le ha
puesto Daniel, lo llamaremos Dani.
—Qué bonito, ¿qué edad tiene? —pregunta
Luna.
—Tampoco se sabe exacto, pero aproximadamente unos 20
años.
—¡Qué bien!, otro amigo de nuestra edad y, además,
en casa —salta contenta
Luna.
—¿Hay que tratarlo de alguna forma especial por tener
amnesia? —pregunta
Titán—¿no te han dado
ninguna instrucción especial?
—No —contesta
Estela—yo lo voy
tratar como os trato a vosotros, no debemos cambiar la forma de vida,
solo os pido que procuréis ayudarle a integrarse en la comunidad,
tenéis su misma edad, vuestro papel es muy importante. Por lo demás,
explicarle las cosas, que vaya adaptándose a nuestra casa, sin
forzarlo, eso sí.
—Me parece perfecto —opina
Luna.
—A mí también —comenta
Titán.
—Pues nada, ya sabéis, tú, Titán te has de encargar
de ir a recogerlo, yo tengo que preparar la habitación para él.
—No hay problema, cuando me avises iré.
Titán
no ha visto desde hace mucho tiempo a su madre tan emocionada. No
comprende muy bien lo que le ha contado, ese proyecto de alojar en
casa a un extraño, pero hay que reconocer que es un reto, sobre
todo, una oportunidad de hacer un buen amigo.
Dani está más confuso, no entiende lo que pasa. No
saber quién es y de dónde viene le da sensación de ser un recién
nacido con uso de razón. Se pregunta si en algún lugar estarán sus
padres, sus hermanos, su familia, si así es, tendrán que estar
pasando unos momentos horribles, su desaparición tiene que haberlos
sumido en la desesperación. Según le ha contado el sargento Terrín,
su caso es muy peculiar, no existen datos de él en ningún registro,
la única explicación es que pertenezca a alguna comunidad
escondida, que no esté controlada, posiblemente ocupada por alguna
secta que se automargine de la sociedad.
Está aterrado, no sabe lo que va a ser de su vida,
primero la pasibilidad de ser recluido en una residencia llena de
extraños. Y ahora, tener que convivir con una familia que no es la
suya, ¿qué pinta él en medio de sus conversaciones?, ¿cuánto
tiempo aguantaran la ruptura de la intimidad? y... después...
¿qué?... ¿dónde irá a parar? Tendrá que buscar a su familia, su
origen. Mientras, adaptarse lo mejor posible a su nueva vida,
esforzarse por conseguir una independencia, la situación no puede
prolongarse indefinidamente.
Ambos salen tranquilamente de la comisaría, Titán
prefiere ir por el parque, hace buen día. Intercambian preguntas,
Dani se interesa por las características del pueblo, Titán está
intrigado por la procedencia de Dani.
El equipaje no puede ser más escueto, porta una pequeña
bolsa y una tarjeta.
—¿Esta tarjeta es como un carnet?
—Es algo más —responde
Titán, en su papel de cicerone—
Sirve como tu identificador, pero además la has de presentar siempre
que quieras pagar algo.
—Entonces, ¿esto es como si fuera dinero? ¿No existe
el dinero?
—En cierto modo no existe, siempre se paga de forma
virtual, el dinero ya solo existe como unos números en los sistemas
informáticos, ya no hay monedas y billetes como antiguamente.
—¿De dónde voy a gastar?, no tengo cuenta...
—expresa con preocupación
Dani.
—No te has de preocupar, la nuestra responde de todo
—dice Titán sonriéndose
—ya eres un honorable
ciudadano.
Siente la tranquilidad de no ser un indigente, pero
depender económicamente de unos extraños le hace sentirse como una
sanguijuela.
—¿Y tú tienes otra tarjeta como esta?
—Sí, pero no la llevo encima, yo me identifico y pago
con el DIB.
—¿Qué es el DIB?
—Es fundamental, es el Direct Intercom Brain, o lo que
es lo mismo, intercambio cerebral directo, permite hacer un montón
de cosas, ya irás viendo su utilidad. A ver si te podemos conseguir
uno.
«No entiendo —piensa
Dani— me acuerdo de cosas,
tengo conocimientos, pero otras me parecen increíbles, mi mundo
tiene que ser muy diferente».
«Estoy solo, va a ser complicado moverme en una
sociedad nueva para mí. Es un sitio muy bonito, limpio, sin ruidos,
nadie lleva prisa y no es excesivamente grande, me recuerda a un
sanatorio.»
—Es muy bonito, ¿a qué os dedicáis?
—La nuestra es una comunidad pequeña, poco más de
mil personas, es un modelo Factral848, una zona residencial en
torno a una de servicios, se parece a un copo de nieve, ya te la
enseñaré. Además de este parque, tenemos el exterior, más grande.
Cuando tengamos un rato, iremos a la torre del centro de servicios,
desde allí se ve toda la urbanización.
—Aquí nos dedicamos a muchas cosas, mi padre es
arquitecto, mi madre es profesora, mi hermana está terminando la
formación general al mismo tiempo que estudia conocimientos
naturales y yo estudio arquitectura, como mi padre. La otra gente se
dedica a cosas muy diferentes.
—¿Cómo lo podéis hacer?, no veo centros para
estudiar, ni fabricas, ni nada por el estilo. ¿Cómo es posible que
un día entre semana no estés en clase?
—No hay problema, lo hacemos todo con el DIB, mi padre
lo emplea para diseñar y dirigir obras, mi madre para dar clase, mi
hermana y yo para estudiar... otros manejan máquinas que están a
miles de kilómetros... Además, tenemos unos trasporten públicos
muy puntuales y económicos, cuando queremos podemos ir a la ciudad.
«¡Vaya por Dios! —piensa
Dani—me parece que va a
ser difícil encontrar un trabajo, aquí ese maldito DIB es
fundamental. Quizás en algún espacio de ocio...»
—¿Y no resulta aburrido un pueblo tan pequeño?
—De eso nada, aquí nos conocemos todos, tenemos un
montón de amigos a un paso y, además, con el DIB podemos ponernos
en contacto con amigos de otros sitios.
«Está claro que aquí sin el DIB no te comes una
rosca, si quiero buscar anuncios de trabajo o algo sobre mí pasado,
tendrá que ser con el DIB —cabila
Dani.»
—Entonces, si yo quiero averiguar algo, ¿dónde he de
acudir?
—Depende, si tuvieras y supieras manejar un DIB te
ayudaría mucho. También puedes emplear la biblioteca. Pero ¿qué
quieres saber? —pregunta
extrañado Titán.
—La verdad es que... —empieza
a decir, callándose dudoso.
—Dime, no te cortes —anima
Titán con curiosidad.
«Definitivamente aquí o usas el DIB o no tienes
posibilidades —reflexiona
Dani—. Lo mejor será
confiar en alguien.»
—Mira... —le
enseña un papel que saca de un sobre—.
¿Ves esta imagen? estaba con los demás papeles con los que aparecí,
me tiene intrigado, me paso ratos mirándola, me produce una
sensación de satisfacción, debe de tener alguna relación
conmigo...
—Es extraña, ciertamente.
—Lo mismo ha dicho el sargento.
—Y ¿no han investigado nada?
—Me ha dicho que lo ha mandado a la Central, pero que
no sabe el interés que se van a tomar. ¿Cómo podría averiguar
algo?
—No se me ocurre... —se
queda pensativo Titán—Lo
único, se la podemos dejar a Gani, mi amigo, le encantan los
acertijos, es un fiera investigando cosas.
—Estupendo.
—Cuando pueda se lo digo.
Titán se detiene y señala una amplia casa de una sola
planta, con tejado plano y las paredes prácticamente de cristal:
—Hemos llegado a casa.
—¡Qué bonita!, debe de estar llena de luz.
—Sí... has de aprender a abrirla, al acercarnos la
puerta se abre, es capaz de conocernos, no solo a nosotros, también
a nuestros amigos. Le he dado la orden y ya te conoce, puedes entrar
cuando quieras. Dentro de poco tiempo serás capaz de entrar en
muchas de las casas, ya verás.
«Mira que son raros —se
dice Dani a sí mismo—Dejan
entrar a todo el mundo, seguro que más de una vez les roban o los
pillan en pelotas.»
—¿Y no teméis que os puedan pillar infraganti o
robaros?
—No identificamos a ningún desconocido, solo en quien
confiamos y no tenemos nada que ocultar.
—Vaya —dice
quedándose pensativo.
Las
puertas se abren, pasan a un pequeño vestidor, que da directamente a
un gran salón, tres de sus paredes son de ventanal, el cuarto lo
ocupa un gigantesco acuario, repleto de peces de múltiples colores.
—Espera, quítate los zapatos y ponlos en este armario
—le explica Titán abriendo
una pequeña puerta—, el
suelo es de madera, está caliente, puedes ir descalzo, así no se
estropea. Es algo a lo que te has de acostumbrar, suele hacerse en
todas las casas —se vuelve
y grita— ¡Mamá! ¡mamá!,
¡ha llegado Daniel!
Casi inmediatamente surge Estela por el único hueco en
la pecera, lleva un ligero camisón, casi transparente, luciendo su
figura, se desplaza elegantemente, con los pies desnudos, apoyándose
en las puntas, como si fuera una bailarina de ballet. Abre los
brazos, los levanta, se dirige al recién llegado, dándole un
efusivo y prolongado abrazo:
—¡Hola Dani!, ¡Qué alegría tenerte en casa!
Dani se queda bastante parado, duda cómo reaccionar,
cómo corresponder a semejante abrazo de una desconocida, la
naturalidad de Estela le turba, las sensaciones le resultan
placenteras, el calor, la presión, le incitan a devolverlo, pero no
se atreve a apretar sus brazos y sus ojos la rehuyen.
«Esta sí que es buena —piensa
Daniel—, su madre sale a
recibirme medio desnuda y me da un abrazo. ¿Dónde me he metido? Por
lo que decía el sargento es buena familia.»
—¡Buenos Días, señora!
—De señora, nada, llámame Estela, los cumplidos no
me gustan, además, relájate, pareces muy nervioso, vas a vivir una
temporada aquí, a ver mírame, que te vea los ojos.
Dani, finalmente decide mirarla, le resulta difícil, no
puede evitar fijarse en sus tetas... Acordándose del episodio del
coche, le dice:
—Ya me comentó el sargento el significado del gesto
que hice, disculpe.
—¡Déjalo! eso es agua pasada, ni se te ocurra —le
interrumpe con una sonrisa y un nuevo abrazo.
—No sabía lo que significaba, lo hacía para parar un
coche, no sé por qué, me daba la impresión de que se hacía así
—insiste Dani, desviando la
mirada.
—No sufras más, olvídalo, no quiero oír de nuevo
ese tema —concluye Estela
dirigiéndose con el dedo levantado a Dani, como si le riñera, pero
con una amplia sonrisa.
Estela nota algo, pero no lo logra comprender, le da la
impresión de que se muestra un tanto frío, distante, incómodo,
intuye que no va a ser tan fácil la convivencia con él, parece un
muchacho profundamente introvertido, tímido, carente de habilidades
sociales. Se dirige a Titán:
—Preséntale a Luna y lo llevas a su cuarto, que se
ponga fresco, aquí hace calor, ya tendremos ocasión de hablar.
Ambos recorren un pasillo, hacia la mitad, Titán le
indica un hueco que se abre a una amplia habitación con toda la
pared externa de cristal:
—Pasa, que te presente a mi hermana.
En uno de los lados hay una bañera y en ella, tapada
por la espuma, está una muchacha muy joven.
—Esta es Luna, mi hermana.
Antes de poder decir nada, la muchacha se levanta con
naturalidad y sin hacer ningún gesto por cubrirse, dice:
—¡Encantada Dani! perdona que no te dé un abrazo,
pero me temo que te mojaría —dice
con una amplia sonrisa, mostrando su cuerpo mojado.
«¡¡Madre mía!! —Dani
no sale de su asombro—,
dónde me he metido, ahora la hermana desnuda, sin el más mínimo
pudor, anda que se ha tapado, ya no es una niña, menudo cuerpazo.
Desde luego que tienen unas costumbres extrañas en esta casa, no sé
si lograré acostumbrarme, me siento incómodo, estoy totalmente
fuera de lugar.»
Pero no puede evitarlo y se queda mirándola
descaradamente y admirando su cuerpo. «¡Joder! Si parece la Venus
de Botticelli.» Cuando se da cuenta de que la está mirando
descaradamente y se está excitando, se avergüenza, los colores le
suben al rostro, aparta la mirada y apenas puede balbucear:
—Hola...
Titán, apercibido de los efectos de su madre y su
hermana sobre Dani, se ríe:
—Me da la impresión que Dani no está muy habituado
al cuerpo femenino.
Lo que termina por desatar los colores en el rostro de
Dani. Al mismo tiempo, Luna mira su cuerpo con cara de sorpresa y
sonríe de satisfacción, gesto que no pasa desapercibido a Dani. El
muchacho percibe que su actitud no es tomada como una ofensa, y que,
al contrario, parece gustar a Luna. Siente una corriente de simpatía
y admiración por ella.
—¡Vamos!, vamos a tu cuarto, ya te irás
acostumbrando.
Luna
se siente feliz con el nuevo miembro de la familia: Es mayor que
ella, pero sus condiciones, su raro pasado, su desvalimiento, invitan
a ayudarlo, a consolarlo, a enseñarle. Puede actuar como una hermana
mayor. Es agradable sentirse así, siempre ha sido la pequeña y
ahora puede hacer de guía. Por otra parte, la forma en que se quedó
parado al ver su cuerpo, le ha hecho sentirse especial, nunca ha
notado causar en otra persona semejante atracción. Quizás sea un
poco presuntuosa, pero le llena de orgullo.
Su hermano y ella no tardan en llevárselo a visitar el
centro:
—Como puedes ver, aunque no sea muy alta, desde la
torre se ve todo. Debajo de nosotros está el centro de servicios, es
redondo y el tejado tiene forma de abanico —explica
Titán.
—Entonces, todas las tiendas, los cines, etc. están
en esté edificio —pregunta
Dani.
—Sí, también hay una residencia, donde suelen vivir
personas que no tienen familia y un pequeño hotel para las visitas
que hay de vez en cuando.
—Está muy bien la idea de poner todo en el centro,
así está cerca de todos.
—Esa es la intención. Entre el centro y las casas hay
un pequeño parque que lo separa, cuando hace buen tiempo está muy
concurrido, casi todos preferimos acudir al centro por el parque,
aunque hay unos túneles que lo unen a cada unidad secundaria, las
puedes distinguir, mira allí, ves un cono rojo, pues eso es un
centro secundario.
—Muy curioso, pero con lo bonito que es el parque,
para qué queréis los túneles.
—Cuando hace mucho frío, mucho calor o llueve, viene
muy bien, están climatizados —apunta
Luna.
—Entonces, para ir por dentro de la urbanización no
necesitáis paraguas.
—No, podemos venir desde casa por cubierto, ya te
habrás fijado que entre las casas hay caminos techados, nos protegen
del sol y la lluvia —explica
Luna.
—Y, para ir de un centro secundario a otro ¿hay qué
pasar siempre por aquí?
—Nooo —continúa
Titán—fíjate en las
líneas rojas entre las casas, es el tejado del camino de ronda, da
la vuelta a todo el pueblo, es muy bonito, se ven muchos edificios
diferentes, un día de estos me acompañas a mi paseo y lo
recorremos, tampoco es muy largo.
—Lo tenéis bien montado.
—Sí, está bastante bien pensado, el camino de ronda
es de color rojo y es más ancho. Luego están los azules que salen a
los parques y los verdes que se emplean para comunicar las casas
dentro de la unidad secundaria.
—Todo es igual, ¿cómo os orientáis?, solo veo
números.
—Es muy fácil, en el centro, los túneles y los
caminos radiales pone el número de unidad secundaria a la que
conducen. En los centros secundarios, el camino de ronda tiene
marcado el número del siguiente centro. Los caminos verdes llevan
dos cifras indicando la unidad primaria que conduce y, en el centro
de una unidad primaria, que tiene un sombrajo verde, en los caminos
que llevan a las casas, su número de tres cifras correspondiente.
—¿No es lioso tanto número?
—De eso nada, nuestra casa es la 526, para ir a casa
desde el centro, busca el túnel 5, saldrás en la unidad secundaria
5, elijes el camino 52, te conduce al centro primario y en la
plazuela la casa del arco 526. Para hacer el camino inverso: camino
526, camino 52 y el túnel del 5.
—Es fácil, está bien pensado. ¿Y si quieres ir
directamente de una casa a otra?
—Deja que lo explique yo —corta
Luna—imagínate que
queremos ir a casa de Venus, una amiga mía, que vive en la 311.
Salimos de casa, vamos hasta el centro secundario 5, allí tomamos el
camino de ronda más cercano al 3, esto es, el número 4; cuando
lleguemos al cono 4, cogemos el camino de ronda marcado con el 3
hasta el cono 3, de ahí el 31 y el 311 y estamos en su puerta.
—¡Qué fácil!, parece diseñado por un matemático.
—Pues creo que sí, es muy cómodo.
—Volviendo a la urbanización —retoma
Titán— si te fijas,
las casas forman un aro, rodeándolo hay un parque mucho más grande
con algunos edificios, juegos, etc. Algún día podemos ir.
—Me habéis dejado impresionado, me gustaría poder
vivir en un sitio así, con casas tan bonitas, tanto parque y tan
bien pensado. Por cierto, me he fijado que no tenéis vallas en las
parcelas.
—¿Para qué las quieres?
—Pues para qué va a ser, si es tu parcela, para que
solo la podáis usar vosotros.
—¿Y eso de qué sirve?
—Pues no sé... si es vuestra es vuestra.
—¿Y qué? —contesta
con una sonrisa Titán—es
más agradable poder moverse por todos lados sin obstáculos, cuando
conoces bien dónde están los sitios puedes ir atravesando jardines,
es mucho más agradable.
—Bueno... pero lo que es de uno ¿para qué lo va a
pisar otro? ¿No sentís necesidad de un poco de intimidad, de estar
tranquilo sin que nadie te moleste? También me he fijado que las
paredes suelen ser de cristal y no usáis cortinas ni nada.
—No tiene sentido usarlas. Las paredes son de cristal
porque nos encanta la luz, el poder ver los árboles, el cielo... si
pusiéramos cortinas, tendríamos menos luz, si no nos asomáramos no
veríamos el exterior... sería mucho más feo e incómodo.
—Pero así estáis a la vista del público, os ven
hacer todo, desde dormir hasta bañaros.
—¿Qué más da?, son cosas que hacemos todos, no hay
nada de anormal en lo que puede verse.
—Pero, ¿y los vecinos? Esto es ideal para los
cotillas.
—Pues, aunque no te lo creas, no hay cotillas, al no
haber ocultación, no hay misterio y al no existir no se da la
tentación de descubrirlo. El cotilla no tiene nada que hacer, no
puede ir contando secretos porque no los hay.
—Sí, puede que tengas razón, es un pueblo muy
agradable, aunque no sé si lograré acostumbrarme.
—Pues ya sabes, ahora Floresta G12 es tu pueblo,
seguro que puedes —dice
contenta Luna.
—Yo creo que ya podemos bajar, así le podemos enseñar
bien el centro de servicios.
El paseo por el centro comercial es corto, no hay muchas
tiendas, casi todo el espacio lo ocupan los centros de ocio, la
mayoría de tiendas se dedican a los alimentos y tan solo existe un
almacén para los demás productos, fundamentalmente para la ropa.
Luna, entusiasmada hace una propuesta a Titán:
—¿Por qué no entramos y le compramos ropa a Dani?,
así no tendrá que usar la tuya.
—Me parece una buena idea —contestó
Titán—¿Te parece
bien, Dani?
—Sí, no me gustan mucho las tiendas. Yo me siento
cómodo con la ropa que traía, pero comprendo que llamaría mucho la
atención si la usara.
—Necesitarás un mono de de tela transpirable,
isotérmica y osmotérmica.
—¿Y qué es un tejido isotérmico y osmotérmico?
—Es un tejido que tiene la propiedad de dejar salir el
calor cuando se supera una temperatura exterior determinada,
normalmente 22º, e impedirlo cuando es superior. Además, solo deja
pasar el calor del cuerpo al exterior.
—Algo así me imaginaba por los nombres, pero no me
imaginaba que pudiera existir.
—¿Te gusta este, Dani? —pregunta
desde otro punto Luna, mostrando una especie de mono de motorista de
color lila intenso. Dani, al verlo, frunce el rostro en un gesto
claro de asco.
—Noooo, por favor, me gustaría algo más discreto,
además lila, yo no soy maricón.
Sus palabras caen como un mazazo, causan estupor tanto
en sus compañeros como en otros clientes. Su mirada escandalizada
sorprende a Dani, no se esperaba que su expresión pudiera causar
semejante reacción, nadie dice nada, ni falta que hace, pero la
censura general le llega con nitidez. Se lleva la mano a la boca:
—Perdón, creo que he metido la pata.
—Sí, un poquito —le
comenta en voz baja Luna—,
no solemos hablar con desprecio de nadie, te has pasado.
—Lo siento, procuraré no hacerlo de nuevo.
Dani se queda preocupado pues su salida ha sido
espontánea, sin pretender ofender a nadie, pero está claro que en
esa sociedad ha de cuidar su forma de hablar.
—Pues elige uno, que te gusta, ¿un color oscuro?,
¿quizás un azul marino o un marrón?
—Sí, algo así, más discreto.
—Pero son muy tristes —dice
Luna haciendo un mohín—,
con lo guapo que eres deberías llevar algo más alegre, que llamará
un poco más la atención.
—Pero Luna, a mí no me gusta lucirme por ahí, me
siento incómodo, prefiero pasar más desapercibido.
—¡Anda!, ¡hazlo por mí! Elige algo un poco más
alegre.
—Vale, ¿qué te parece el granate?
—Muy serio, pero al menos tiene más color. Hecho, nos
llevamos uno de estos. ¿No te animas con este turquesa?
—Uf, que difícil me lo pones, poco a poco, que me
acostumbre a tanto color.
—Pero te sentaría bien un color claro —dice
Luna inclinando la cabeza con una gran sonrisa buscando convencerle
con su gesto.
Dani, no puede evitar el sucumbir a la simpatía y los
encantos de su hermana postiza.
—No sé, no sé, ¿no sería suficiente con este azul
celeste?
—A mí me gusta más el turquesa, es más alegre.
—Déjale, no le presiones, que elija lo que quiera, es
él quien se lo va a poner —interviene
Titán, que ve que lo está forzando demasiado.
Luna entiende que tiene razón su hermano, que es una
decisión para él y se calla con cara de disgusto. A Dani le sabe
mal contrariar a Luna y le propone:
—Bueno, nos quedaremos con el turquesa.
Ante la decisión, Luna da un salto de alegría:
—¡¡¡Bien!!!
Dani continúa algo asustado por los colores elegidos
para su ropa:
—Ahora habrá que ver si tienen de mi talla, no me la
sé, ¿donde están los probadores?
—No hace falta probarlos, a ver ponte en este círculo,
el que tiene dibujada una cinta métrica.
Él se sitúa en el sitio indicado esperando cualquier
cosa, al instante en una pantalla aparecen tres números:
—Esa es la talla —le
explica Titán— no hace
falta que te la aprendas, la tendrás siempre que te sitúes en estos
círculos.
—¡Qué cómodo! ¿Y ahora?
—No te preocupes, al salir la recogemos, aquí solo
hay muestras, si quieres ver cómo te sienta solo tienes que mirarte
en aquel espejo.
Dani sorprendido, se acerca a él, se mira y se ve con
el mono granate, tal como si lo llevara puesto.
—Es un truco, no es un espejo es una pantalla de
televisión conectada a un ordenador que mezcla la imagen. Cuando
tengas tu DIB no te hará falta, te verás dentro de tu cabeza.
—Me estáis dejando sorprendido. Por cierto, me
gustaría comprarme una libreta y un bolígrafo, me gustaría
escribir cosas, entre otras un diario.
—¿Y que es una libreta y un bolígrafo? —pregunta
extrañada Luna.
—Pues... Una libreta y un bolígrafo.
—Ya, ¿pero cómo son?
—Pues una libreta es un montón de hojas de papel
enganchadas por uno de sus lados y un bolígrafo es una especie de
palito que suelta tinta. No entiendo que tengáis metros y espejos
tan sofisticados y no conozcáis algo tan elemental como una libreta
o un bolígrafo.
—Pero, ¿para qué sirven?
—No te fastidia, abres la libreta, coges el bolígrafo
y vas haciendo una rayita y escribiendo lo que piensas para que quede
constancia de ello.
—Yo sí que sé lo que son —interviene
Titán—son instrumentos
antiguos de escritura, dudo mucho que puedas encontrarlos fuera de
los museos. Nosotros no escribimos, dejamos constancia de otra forma.
«¡¡No te jode!! estudiando y no saben escribir
—piensa Dani para sus
adentros.»
Dani
se siente inseguro, no sabe muy bien hasta qué punto puede confiar,
se siente solo, sin tener con quien poder sincerarse, a Titán y Luna
apenas los conoce, le han caído bien, sobre todo Luna, que es muy
cariñosa, y se portan de maravilla, pero por otra parte, son
diferentes, no termina de entender su falta de pudor. Por una parte
tan frívolos, por otra tan serios.
Va a conocer a uno de sus amigos, se siente inseguro, no
sabe cómo tratarlo, qué espera el otro de él. Siente miedo a meter
la pata y hacer el ridículo, como pasó en la tienda, aunque sean
muy educados, no sabe hasta qué punto puede ser objeto de
cachondeo....
Titán pensó inicialmente quedar en la cafetería pero
Dani podía sentirse incómodo en un lugar tan concurrido. Citó a
Gani en el parque:
—No te preocupes Dani, ya verás como Gani te gusta,
es muy sencillo.
—No me preocupo, no me va a comer, pero comprende, me
siento incómodo, enseñarle a un extraño algo que siento tan
íntimo.
—Puede que sea un mal trago, lo veo desde otro punto
de vista, me cuesta comprenderte.
Luna, con la intención de dar seguridad a Dani, le coge
la mano y se cuelga del brazo:
—No sufras, nos tienes a nosotros.
El gesto sorprende un poco a Dani, pero su mesura le
agrada, le hace sentirse más seguro, no se ve superado por el exceso
de sensualidad del ambiente.
En ese momento llega otro muchacho, alto, moreno, de
facciones angulosas, que se ha dirigido directamente a ellos.
—Hola Titán, hola Luna, mi hermana Venus os manda
recuerdos.
—Hola Gani —responde
Titán— Puntual, cómo
no, permite que te presente: este es Dani, el muchacho que apareció
en la carretera y ahora está viviendo con nosotros.
Sin dudarlo un instante, Gani estrecha la mano de Dani,
cogiéndole el codo con la otra, y la sacude con fuerza.
—Me alegro de conocerte, ya me ha contado Titán tus
peripecias. Tu circunstancia es bien extraña, has de sentirte raro,
si yo estuviera en tu piel, no sé si me lo tomaría con tanto
aplomo.
—Gracias, no tiene nada de extraordinario, cuando te
ves así, no hay más remedio que afrontarlo, me desconciertan las
costumbres, las encuentro extrañas.
—La policía no se qué interés tendrá en buscar tu
procedencia, al estar el problema solucionado, lo dejarán aparcado,
seguro que si hubieras matado a alguien, no paraban hasta dar con tu
identidad.
—Tampoco creo que tenga que llegar a esos extremos
—dice Dani riéndose.
—Ya. Lo que no haga la policía, lo podemos hacer
nosotros, a mi me gusta investigar y no creo que sea un asunto
peligroso. Estaría bien ayudarte a retornar a tu hogar.
—Ya me gustaría, aunque no recobrara la memoria, me
podrían contar cosas de mi vida. Y sobre todo, evitar la angustia
que han de sentir por mí.
—Pongamos manos a la obra —interviene
Titán— que a este paso
nos jubilamos antes de encontrarlos. Dani, enséñale el dibujo.
—No es un dibujo, es una fotografía.
Dani saca del bolsillo un sobre verde y de dentro de él,
con cuidado, saca un papel rígido que en uno de los lados tiene una
imagen y se lo muestra a Gani sin soltarlo de las manos.
Gani, instintivamente coge el dibujo para acercárselo a
la vista. Dani le deja hacer.
—Me parece que me lo vas a tener que dejar unos días,
que investigue, a ver qué datos puedo sacar, podría darse el caso
de que por la ropa y el aparato que lleva la chica, pudiéramos
enterarnos de que época es.
—Lo que lleva en las manos es un instrumento de
música, una guitarra.
—De acuerdo, trátala con cuidado, que no le pase
nada, es de las pocas cosas que me ligan a mi pasado, ten en cuenta
que no me acuerdo de nada, no tengo ni padres, ni hermanos... Por eso
tengo tanto interés de conservarlo y de averiguar lo que pueda,
imagínate que esa muchacha sea mi madre, o mi hermana... podía ser
algo fundamental, aunque la policía no ha logrado identificar el
rostro.
—Eso sí que es raro, las bases de datos tienen todos
nuestros rostros.
—Sí, pero según me dijeron, en algunas zonas
perdidas, existen poblaciones sin controlar, sus habitantes no están
en las bases de datos.
—No te digo, al final vas a resultar un montaraz y te
has escapado de tu tribu —suelta
una sonora carcajada.
—Tu ríete, pero no me hace ninguna gracia, es muy
triste no saber quién eres y de dónde vienes, ni siquiera dónde
vas... ves a alguien en una imagen, sientes que es alguien
fundamental, pero no sabes quién es, ni qué relación tiene contigo
—se queja amargamente Dani.
—Lo siento, he querido hacer una broma para distender
la conversación y he metido la pata, me ha faltado sensibilidad
—responde Gani avergonzado.
Luna ha presenciado en silencio toda la escena, su
intuición, su sensibilidad, le dice que esa muchacha del dibujo no
ha de ser una muchacha cualquiera, la forma de tratarlo, el miedo a
perderlo, la forma de mirarla, carece de sentido si su relación no
es sentimental.
— Me alegro por Dani, pero me apena separarme si
encontramos a su familia.
—No lo veas así, no seas tan pesimista, nuestra
amistad no tiene que romperse, están los DIB, él ya tendrá uno,
después, están las vacaciones, siempre podremos visitarlo,
tendremos un amigo en las montañas, imagínate con lo que le gustará
a papá.
—Sí, tienes razón —contesta
Luna, pero sin convencimiento, intuye que en un ambiente tan
distinto, él se va a ir distanciando, no solo separan los
kilómetros.
—¡¡Anímate!! si eres tú la primera que estás
interesada en hacer feliz a Dani.
Es cierto, Luna quiere que Dani sea feliz, por eso ella
odia la sensación de angustia que le causa la idea de la separación.
—Hay otra cuestión —interrumpe
Gani— al mentar que no
tiene DIB, me he acordado de que tengo guardado uno antiguo, podía
dárselo hasta que tenga otro más moderno, creo que al ser menos
sofisticado, aprenderá mejor.
—Muy buena idea —asiente
Titán.
—Ya veremos cómo me aclaro con ese aparatejo, no lo
veo nada elemental —duda
Dani.
—No es nada elemental, sirve para muchísimas cosas,
incluso los ciegos pueden ver con él, pero te aseguro que es de lo
más sencillo de manejar —interviene
Gani— Ahora me tengo que
marchar, he quedado, En cuanto lo tenga, aviso a Titán, te comento
algo del dibujo y comenzamos a enseñarte a usar un DIB.
—Por mí no hay problema, estoy bastante desocupado,
allí estaré.
—OK, hasta luego.
—Cuando Gani se aleja, Dani se atreve a preguntar:
—¿Qué nombre es Gani?
—Gani es Ganímedes, como el satélite más grande de
Júpiter.
—Os gustan los nombres astronómicos.
—Sí, es muy común, su hermana se llama Venus.
—Y vosotros Titán y Luna y tu madre Estela.
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